ELMUNDO.ES: Pablo Pardo, “El valor de una marca”

No tiene desperdicio…

29 de agosto de 2009.- Pablo Pardo desde Boston (Massachusetts) 


La cosa que más me sorprendió durante mi visita a la capilla ardiente de Edward Kennedy fue la entereza de sus familiares. Su viuda, Vicki, saludaba a la gente con una sonrisa en los labios. Estaba en las antípodas de las severas fotos de Jackie Kennedy en el funeral de su esposo. Igualmente, dos de los sobrinos del ex senador, que estuvieron dando la mano al público, no parecían estar pasándolo mal en absoluto. Eran todo sonrisas y tranquilidad. Era imposible saber si estaban agradeciendo el pésame o celebrando algo.

Acaso sea esa habilidad para lidiar con el público lo que, tanto como el poder económico o político, explique la influencia de los Kennedy. De hecho, Edward Kennedy se escapó de ser procesado por el accidente de Chappaquiddick debido a sus contactos políticos. Pero después el pueblo de Massachusetts le respaldó de forma masiva en las elecciones. Sin poder, el carisma no es suficiente.

Parece evidente que, si el senador no hubiera tenido el apellido que tenía, nunca hubiera ocupado su puesto en el Legislativo (empezando por el hecho de que Kennedy empezó como sustituto de su hermano John cuando éste accedió a la Casa Blanca). Pero, de nuevo, no es menos cierto que Edward ('Ted', como era conocido familiarmente) Kennedy arrancó su carrera política luchando contra otros políticos 'dinásticos'. Su primer rival al Senado, por ejemplo, era sobrino del entonces presidente de la Cámara de Representantes.

En todo caso, lo cierto es que los Kennedy han sabido preservar el prestigio de la marca. A pesar de la sucesión de escándalos (empezando por el propio Ted) y de tragedias (de nuevo, empezando por Ted), han sabido gestionar su decadencia política muy bien. Si fueran un grupo de rock serían Pink Floyd, Police, The Who o Led Zeppelin: bandas que supieron retirarse (o cuyos miembros dejaron de aguantarse) cuando todavía gozaban del apoyo de sus fans.

Ahí sí que les ayudó Ted, que en los últimos años tapó, con su influencia dentro del Partido Demócrata (y, sobre todo, por su apuesta por Obama hace un año y medio), una serie de catástrofes políticas y personales de ciertos miembros de su familia, empezando por la muerte por sobredosis de su sobrino—e hijo de Bobby—, David, en 1984; pasando por los problemas de adicción a las drogas de su hijo, Edward 'Junior'; y terminando con el desastroso intento de sus sobrinos Mark y Caroline de llegar respectivamente a la Cámara de Representantes y al Senado.

Así, la saga Kennedy se despide de la primera línea de la política de EEUU con su imagen relativamente intacta. Ahora, el arte y la filantropía parecen ser las actividades a las que se van a dedicar. Quien quiera ver todo el árbol genealógico puede verlo en este gráfico de The New York Times.

Artículo extraído de ELMUNDO.es 


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