Entrevista a Guy Kawasaki

Entrevista con subtítulos de Guy Kawasaki hablando sobre los emprendedores, las comunidades, la "evangelización" de las marcas y la innovación, os dejo con ella:

Algunos mitos sobre el Emprendedor



Echando un vistazo a la revista Emprendedores me he encontrado con un artículo sobre el libro “Adiós al Jefe” de Luck Johnson, emprendedor nato que sigo desde hace tiempo a través de sus aportaciones al Financial Times.

Todavía no he tenido la suerte de leerme el libro, lo tengo pendiente, pero seguro que está repleto de buenos consejos para emprendedores. Prometo una futura entrada al respecto.

“Hay muchas ideas equivocadas acerca de los creadores de empresas” declara Luck Johnson en su libro “Adiós al Jefe”, con el que intenta desmontar algunos de los mitos erróneos que no ayudan nada a fomentar el espíritu emprendedor.

“Son fantasías que desalientan a algunos posibles emprendedores a seguir adelante e incluso ejercen influencia sobre los responsables de la formulación de políticas”.


Algunos de estos mitos son los siguientes:

Lo que importa es la idea. De hecho, la ejecución lo es todo. Casi todos tenemos ideas brillantes pero hacer que funcionen es lo que realmente cuenta.

Los emprendedores nacen, no se hacen. Las investigaciones demuestran que los dueños de las empresas con más éxito adquieren experiencia trabajando para otros y aprendieron a dirigir una empresa antes de aventurarse a crear una propia.

Las empresas de nuevo cuño son organismos unipersonales. La mayoría de las que salen adelante tiene al frente a equipos cualificados más que a personas individuales.

Los emprendedores son genios de la inventiva. Son muy pocos los auténticos inventores que consiguen triunfar como empresarios. Antes bien, es el individuo dotado para los negocios que reproduce un producto original y lo abarata, o lo vende mejor, el que acaba triunfando.

Los emprendedores son personas solitarias. Sacar adelante una empresa exige emplearse a fondo y la mayoría de los empresarios son personas extrovertidas que disfrutan con la compañía de los demás.

Los emprendedores son jugadores. Efectivamente, asumen riesgos, pero casi todos tienen capacidad para evaluar las situaciones de riesgo y son cautelosos.

Todo cliente tiene derecho a un “final feliz”



La cuestión es que el placer y el buen hacer desborden por los cuatro costados. Ya sea a la hora de consumir una barra de pan en la panadería de tu barrio o contratar el bodorrio del siglo en la mismísima Catedral de Sevilla. El resultado tiene que ser el mismo. Una sonrisa, un trato excelente o un buen apretón de manos acompañado de de la contratación de un servicio.

¿Qué hay crisis? Sí, y qué pasa, ¿hay que seguir lamentándose por ello? ¿Debe afectar al trato que tenemos con nuestros clientes? Debemos abandonar el “modo quejica” de nuestro quehacer diario. Es una actitud que no nos ayuda en ningún caso. Es más, nos perjudica en todos.

Ha llegado la hora de trabajar más y mejor que nunca, es el momento de aportar nuestro granito de arena. Y eso se demuestra desde todos los puntos de vista.

Noto cierta tirantez en todos los sitios por los que me muevo. Se está perdiendo esa atención al cliente que todo el mundo busca y agradece, aspecto que me preocupa. Partimos de la base de que el cliente no tiene la culpa de la que está cayendo. Y pienso en lo agradecido que tendría que estar cada comerciante por recibir a todos y cada uno de los clientes que deciden comprar sus productos o utilizar sus servicios.

Me sorprende sobremanera, ya que ocurre tanto en la típica tienda de barrio, que siempre ha destacado por su familiaridad y su trato, como en el Corte Inglés que tiene la atención al cliente como uno de sus pilares fundamentales.

Debemos cuidar a nuestros clientes, no es algo nuevo, debe ser algo perdurable en el tiempo. Todos pasamos por situaciones malas, todos vivimos situaciones de crisis en algún momento, pero no por ello dejamos de ser profesionales en nuestro trabajo.

Cuidar a los clientes es fundamental, todos merecen un trato excepcional, todos se merecen ese “final feliz”.